A propósito de una
cornucopia romana en mármol
procedente del territorio de la ciudad romana de
Javier Andreu Pintado, UNED de Tudela.
Nicolas Zuazua Wegener, Gabinete Trama.
Javier Armendáriz
Martija, UNED de Pamplona.
Hernando Royo Plumed, Universidad de Zaragoza
* El presente trabajo forma parte de la línea de investigación
sobre Los Vascones de las
fuentes clásicas coordinada por uno de
nosotros en el marco del Grupo de Estudios Especializados de la Antigüedad de
la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) (Ref.: G55H22) y con el que colaboran los autores. Estos
quieren hacer constar su gratitud a los técnicos del Servicio de Patrimonio
Histórico del Gobierno de Navarra que, durante la segunda mitad de 2010, permitieron a los firmantes el estudio del material al que se
alude en las siguientes páginas. Además, para el estudio arqueometrico que
cierra el trabajo se agradece la colaboración de la doctora Mª Pilar Lapuente en
la revisión del manuscrito; la aportación de los miembros del Institut Catala
d’Arqueologia Classica I.C.A.C. (Tarragona) y del Laboratorio de isotopos del
Dipartimento di Scienze della Terra dell’Universita “La Sapienza” (Roma).
Introducción:
En los últimos años y a
partir, fundamentalmente, de dos trabajos publicados en sendas y conocidas
revistas científicas (1) hemos llamado la atención –con parte de la historiografía tradicional 2 y con nuevos argumentos– del carácter urbano en época romana del
asentamiento que, a orillas del curso bajo del rio Onsella, ocupa la actual
partida de Campo Real/Fillera, hoy jurisdicción de los municipios de Sos del
Rey Católico (Zaragoza) y Sangüesa (Navarra) (fig. 1).
Figura 1. Mapa topográfico (1:50.000) con indicación
del perímetro de la ciudad romana y el trazado de la calzada romana. En el área
arqueológica de la ciudad se localizan el oppidum de la Edad del Hierro
(1) y su foso defensivo (2), el núcleo principal (3) y el área de la necrópolis
(4) y los sitios donde se han hallado contrapesos de prensa romana para líquidos
(5). (J. Armendáriz y J. Andreu).
Con una extensión aproximada superior a las 30 ha 3, la fotografía aérea denuncia la presencia en el antiguo núcleo
urbano de notables estructuras arquitectónicas 4 algunas de las cuales
–como, por ejemplo, unas termas públicas, una necrópolis y varios espacios
productivos– pueden documentarse –siquiera someramente– a partir de evidencias arqueológicas
hoy descontextualizadas como un espectacular mosaico en blanco y negro con
motivos marinos para las primeras 5, una notable colección epigráfica
para la segunda 6, y una inusitada acumulación de hasta seis
contrapesos de prensa de líquidos romanas para el tercer espacio aludido 7. Del potencial monumental de la ciudad dan prueba los materiales arquitectónicos
entregados en su día al Museo de Zaragoza y que aparecieron al abrir la caja
del canal de Bardenas, los recogidos por el Padre Escalada en sus trabajos por
la zona y que se guardan en el Museo de Navarra, y los que, procedentes del
yacimiento, con el paso de los años se han ido acumulando en diversas
colecciones particulares de la zona 8. La ciudad, que surgió
en torno al antiguo poblado protohistórico de Fillera y tal vez reagrupando población
de la intensa red de asentamientos de dicho periodo que se documenta en los
alrededores 9 debía estar ya poblada en época augustea 10 tal vez al abrigo de su estratégica posición como nudo viario,
perdurando, después hasta época hispano-visigótica 11 y alto-medieval.
Efectivamente, y como se ha subrayado no hace mucho 12, la ciuitas de Campo Real/Fillera floreció junto a la vía
romana que, abierta en época de Augusto, y a través de la aragonesa comarca de
las Cinco Villas, conectaba con el valle del Ebro, y con otra que, viniendo
desde Iacca (Jaca) por el Canal de Berdun se dirigía
hacia Pompelo (Pamplona) por Iluberis (Lumbier) 13. A ella habría que unir la que, por los
actuales municipios de Cáseda y Gabarderal, conectaría Campo Real/Fillera con
la notable ciudad objeto actual de investigación en Santa Criz de Eslava 14. Las noticias sobre hallazgos de un notable lote de moneda
prelatina de la ceca de arsaos 15 en los alrededores de Campo Real/Fillera –en
la sangüesina partida de El Sasillo– permiten apoyar sobre bases –cuando menos–
verosímiles, que podamos estar ante la ciuitas Arsitana 16, no citada en los
textos clásicos pero si constatada por la numismática y la epigrafía (AE 1977, 476 de Sofuentes) lo que, en cualquier caso,
constituye únicamente una hipótesis de trabajo que solo futuras y deseables
actuaciones arqueológicas en el lugar podrán confirmar o desmentir.
El territorio rural de la ciuitas
de
Campo Real/Fillera
Los concienzudos trabajos de J. C. Labeaga en los años ochenta 17 unidos a los que los firmantes de este trabajo hemos llevado a
cabo en los últimos tres años de cara a la contextualización y estudio de los
excelentes materiales arqueológicos que se custodian en diversas colecciones
particulares de la zona no solo han puesto de manifiesto la entidad monumental
y territorial de la ciudad sino, como no puede ser de otro modo, también están
comenzando a arrojar datos sobre el que sería el territorium de la misma que, con total seguridad, se extendió al otro lado del
rio Onsella 18 en tierras, por tanto, ya de la Comunidad
Foral de Navarra (fig. 2).
Figura 2. Panorámica del territorio rural de
Campo Real/Fillera con indicación de los principales yacimientos localizados y
el lugar de procedencia de la cornucopia (J. Armendáriz y J. Andreu).
De ese territorio, y al margen del suburbio productivo documentado
en torno al Corral de Maria Mola y, precisamente, al pie del paso de la vía
romana 19, se han publicado hasta ahora los
yacimientos de El Regadío –al norte de la ciuitas, en la margen derecha
del rio Onsella y hasta con tres pequeños enclaves de naturaleza productiva 20– y de Las Navas –al noroeste de la ciudad, con interesante
hallazgo de una osteotheca de la primera mitad del siglo I d.C. 21, con su correspondiente incineración en urna
de vidrio 22–, al margen del enclave de El Sasillo, del
que procede parte del lote numismático arsitano antes referido. A ellos tenemos
que añadir en estas páginas un pequeño establecimiento ubicado unos dos kilómetros al sudeste
del paso de la vía romana por el Corral de Maria Mola 23, en la partida de Caserío Macarro, termino de Sos del Rey Católico,
y que, en superficie, ha proporcionado material arqueológico romano, así como
el sugerente enclave de Baratinones, ya en el término municipal de Sangüesa, en
Navarra, y del que procede la pieza que justifica nuestra contribución a este
volumen.
El primero de los dos enclaves, el de Caserío Macarro, se sitúa
junto al borde del cortado formado por el barranco de Arbe –afluente del rio
Onsella–, en un área de terraza ocupada actualmente por campos de cereal. Sería
el extremo este de la misma plataforma que en la parte central ocupa el
yacimiento de Fillera y en el extremo oeste el de Baratinones. En las lindes se
observa la presencia de bloques de piedra desplazados por las labores agrícolas
que pueden tener un origen romano. Entre los materiales recogidos además de algunos
fragmentos de cerámica de almacenaje (dolia) hay abundantes restos de
T.S.H., sobre todo de producciones altoimperiales de los siglos I y II d.C. entre las que se identifican de la forma 15-17 Mezq, la forma 37 B Mezq, y la forma 30 Mezq. No obstante,
aunque son minoría, algunas de las piezas (entre ellas un borde de la forma 37 tardía) prolongan la cronología
del yacimiento al menos hasta los siglos III o iv d.C. Existen también evidencias de cerámica común barnizada y de
cocina aunque en menor número que la Terra Sigillata. Destaca un fragmento de colador en cerámica común barnizada así como
varios fragmentos de vidrio. En líneas generales, por los materiales recogidos en
Caserío Macarro –algo que encaja perfectamente con la cronología de ocupación
del enclave de Baratinones– se puede hablar de un inicio de los asentamientos a
mediados del siglo I d.C. que se prolongan hasta el siglo III o IV d.C., aunque la presencia de restos bajoimperiales es –en ambos
casos– sensiblemente menor.
Por su parte, el yacimiento de Baratinones ocupa la terraza
fluvial de la margen izquierda del Aragón a la que ya se aludió anteriormente.
Se trata de una formación de terraza cuaternaria con una base de conglomerado
de cantos de gran dureza. Para el asentamiento se aprovecha el extremo de dicha
terraza que por el oeste da a un cortado cercano al rio Aragón y por el sur al barranco
de Baratinones encontrándose ligeramente elevado con respecto a las áreas
circundantes. En la actualidad se encuentra ocupado por un campo de cultivo de
secano.
Se hace evidente, en la prospección de superficie del lugar se
hace evidente que las labores agrícolas han afectado gravemente al yacimiento
ya que en casi toda el área el arado ha alcanzado los niveles geológicos
arrasando los arqueológicos. En las laderas circundantes y en las lindes se
observa la presencia de algunos bloques de piedra desplazados, posiblemente
pertenecientes a estructuras romanas arrasadas.
Figura 3. Material arqueológico recogido en prospección
en el yacimiento de Baratinones del que procede la cornucopia que centra este
estudio (Foto: N. Zuazua).
Respecto a la vajilla de terra sigillata, el yacimiento aporta un amplio espectro cronológico que va desde
mediados del siglo I d.C. y comienzos del siglo II hasta el siglo IV d.C. A pesar de lo
fragmentado de los restos recuperados para época altoimperial (29 en total) se pueden
identificar dos fragmentos de la forma 29/37 Mezq. y una forma 2 Mezq., con decoración de
boquique. Entre los materiales que no se pueden clasificar existen tanto formas
lisas como decoradas con motivos vegetales, de rosetas, gallones, frisos y
metopas. Para época bajoimperial (14 en total) se distinguen dos fragmentos de TSH
de la forma 37 tardía. Del resto hay formas lisas y
decoradas destacando entre estas últimas los característicos motivos de grandes
rodetes con ángulos y pétalos. Entre los
restos líticos hay que consignar un fragmento de molino y una laja perforada
posiblemente para ser utilizada como pesa de telar.
Entre los materiales recuperados en superficie en la zona –y al margen
del citado material cerámico– destacan dos que –junto al citado lote de
material mueble– fueron también entregados al Museo de Navarra por la familia Zuazua-Wegener
el 16 de diciembre de 1994, a saber: una moneda de Tiberio acunada en
la ceca de Caesaraugusta que, aunque no ha sido posible localizar en
los fondos del Museo de Navarra, debe fecharse en torno al 14-37 d.C., momento de las
emisiones tiberianas de la citada colonia 24 y un fragmento escultórico
en mármol blanco de grano medio-fino correspondiente a la parte alta de una
cornucopia. A ambos materiales se les dio el número de inventario 3094 dentro del sistema de catalogación
del Museo de Navarra. La pieza escultórica presenta unas dimensiones de 21 cm de altura, 7 cm de anchura en su
base, y 9 cm en su coronación y se encuentra en un
excelente estado de conservación. Representa, como se ha dicho, la parte
superior de un cuerno de la abundancia coronado –tal como describen los textos clásicos,
en particular Ovidio 25– con frutas diversas, en este caso un racimo
de uvas en primer término, varias nueces, manzanas y, en el remate, una pina
[figs. 4(a) y 4(b)]. El fragmento esta dañado exclusivamente
en su lateral izquierdo –por el que, seguramente uniría a la figura de la que
la cornucopia formaba parte– y fue solo someramente trabajado en la parte
posterior aunque lo suficiente para pensar que la cornucopia perteneció a una
escultura de bulto redondo de considerables dimensiones si se tiene en cuenta
el tamaño del fragmento conservado, algo sobre lo que volveremos mas adelante
en relación con la interpretación de la pieza. Dada a conocer hace apenas un año
–a través de una fotografía– por J. Armendáriz 26, la pieza resulta
especialmente representativa en un catálogo –el de la escultura romana en Navarra–
que, aunque creciente, apenas presenta una decena de ejemplares 27 –algunos ya perdidos– uno de los cuales –la denominada Artemis de Sangüesa
28, hoy también en el Museo de Navarra– no es
descabellado pensar que proceda, en realidad, del área de influencia de la ciuitas de Campo Real/Fillera.
Figuras 4(a) y 4(b). Detalle de la cornucopia en mármol blanco hallada en la partida de Baratinones, Sangüesa (Foto: J. Armendáriz).
Una cornucopia romana de mármol procedente del territorio rural
de Campo Real/Fillera
Como se ha dicho, el fragmento escultórico recogido en 1994 en el establecimiento rural
de Baratinones, ya en el término municipal de Sangüesa, constituye la parte
alta de un cuerno de la abundancia, un tipo escultórico que, pese a la frecuencia
con la que aparece como atributo iconográfico de un notable elenco de
representaciones escultóricas romanas –sobre el que pronto volveremos– no es
demasiado frecuente encontrarlo suelto por mas que en muchos casos, como se
dijo mas arriba, el cuerno de la abundancia constituía la parte mas frágil de
las esculturas de bulto redondo de las que este motivo formaba parte como
parece sucedería también con la que nos ocupa. Así, en el catálogo de
esculturas del Occidente romano y hasta donde consta en los inventarios de
referencia, solo tenemos constancia de fragmentos sueltos de cornucopias en la
ciudad romana de Corstopitum (Corbridge, Reino Unido) en Britannia –dos ejemplares en arenisca local 29–, en el entorno del asentamiento
militar de Saalburg (Alemania), en la Germania Superior –tres fragmentos en mármol de diversas partes de la cornucopia 30–, y en Lauriacum (Lorch, Austria), en el Noricum –un fragmento en mármol blanco 31 semejante
iconográficamente al documentado en Campo Real/Fillera–. Lo habitual es, lógicamente,
encontrar este atributo bien en esculturas de bulto redondo –estatuillas 32, estatuas 33 o grupos escultóricos 34 tanto en mármol como, especialmente las primeras, ocasionalmente,
en bronce– bien como elemento ornamental de relieves –placas ornamentales 35, tabulae ansatae 36, altares funerarios 37 y votivos 38– o como atributo de diversas abstracciones y divinidades –sobre
las que ahora nos detendremos– en bajorrelieves de naturaleza votiva 39 o funeraria 40.
Desde un punto de vista estrictamente iconográfico, y al margen
del formato en que aparezca esculpida, la cornucopia –como anotábamos– suele
figurar como atributo tanto de abstracciones como de divinidades y, por tanto, aparece
igualmente en ámbitos públicos como en privados 41. Entre las
abstracciones, lógicamente, suele relacionarse con la Abundantia 42 pero también con la Pax, la Felicitas, la Concordia o la Spes explotándose su empleo, en este sentido, en
los tipos monetales 43. Eso explica que, ocasionalmente, el
atributo esencial de la personificación de la Abundantia –la propia cornucopia– se asociase a las alegorías escultóricas de
los ríos 44 o a la representación de personajes de la dinastía
imperial 45, al menos desde época Julio-Claudia y hasta las
reformas constantinianas 46, como podría probar el ejemplar de Livia
como Abundantia que, procedente de Iponoba, se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid y al que
aludimos con anterioridad 47. En ese sentido irían también algunas
representaciones de los Genii del emperador que, junto
a la cornucopia, incorporan también la patera sacrificial en la mano derecha 48.
Como atributo de divinidades, la cornucopia se asocia
principalmente a Tyche/Fortuna 49 (fig. 5) y, como consecuencia de la popularidad de
dicha divinidad, también a una amplia serie de divinidades –normalmente
femeninas– que incluyen tanto a los Lares –como en los ejemplares hispanos
antes citados 50–, como a Cibeles –atestiguada, por ejemplo,
en un ejemplar del Museo de Varsovia 51–, Isis –como el caso de
Virunum, en el Norico 52–, Pan –como en un bajorrelieve
de Sens, cerca de Lyon 53–, la Bona Dea, Mercurio o Silvano
–como en varios altares del Museo Nazionale de Nápoles 54, en un ejemplar de la Narbonense, de Nemausus 55, o en otro de Colonia Agripina, en Alemania 56–, o toda suerte de
Genios entre los que los Genii centuriae están especialmente bien documentados como revela el
extraordinario repertorio del acuartelamiento militar alemán de Saalburg 57. Con las concretas variantes impuestas para cada uno de los
casos, la Fortuna –verdadera inspiradora de este modelo iconográfico–, suele,
pues, aparecer normalmente representada como una mujer cubierta con un xithon ceñido a la cintura y sujeto a los hombros con una fíbula en el
lado derecho. Su brazo derecho acostumbra a portar una patera o, en ocasiones,
un globo mientras el izquierdo suele portar la cornucopia. Es altamente
probable que –con unas variantes que son, desde luego, imposibles de determinar
dado el estado de nuestras evidencias– ese fuera el aspecto que, presentaría la
escultura de la que la cornucopia navarra que aquí presentamos formaría parte.
Figura 5. Estatua de la diosa Fortuna de la
NY Carlsberg Glyptothek de Coppenhage (no inv.: 2091).
Por lo que consta en la documentación escultórica rastreada y por
lo que puede desprenderse de las fuentes literarias 58, las estatuillas y estatuas de Fortuna –y de las divinidades con
ella asimiladas, a las que aludimos en las líneas anteriores– solían ocupar
espacios prevalentes en los atria y cubicula de las viviendas del ámbito rural y urbano tanto a través de
representaciones en miniatura en el interior de lararios como de otras de mayor
tamaño a las que se encomendaba la productividad y la tutela de los campos
objeto de explotación desde dichas viviendas 59. En los casos, además,
en que la documentación epigráfica viene en auxilio de la interpretación de
toda la semiótica que rodeaba a la imagen de la cornucopia y a la de la propia
Fortuna, resulta especialmente elocuente que, en muchas ocasiones, los
dedicantes de inscripciones decoradas con alegorías a esta diosa o bien con
representaciones de las cornucopias procedan de unidades poblacionales del ámbito
rural, a veces, incluso, explícitamente de uici y honran en sus
dedicaciones a divinidades de carácter tópico y alcance local. Asi consta, por
ejemplo, en el ya citado caso de un altar votivo de Mogontiacum (Mainz) en el que son los uicani Mogontiacen[s]es uici noui (CIL XIII, 6722) los que, dedicando el altar a Júpiter y a
Juno lo decoran con una representación de la Fortuna portando cornucopia; en
otra pieza votiva de Antunnacum (Andernach) en la que se representa, con
cornucopia, al mismo Genius loci al que, junto a Júpiter, está dedicado el
altar (CIL XIII, 7731); o, por citar un último ejemplo, en una
dedicatoria al Genius noui uici, promovida por un militar, en Nida (Heddernheim) donde también se representó al genio portando
cornucopia (CIL XIII, 7335). Estos casos, prácticamente parlantes, nos
parece subrayan una relativa popularidad de este tipo de motivo iconográfico en
el ámbito rural –tal vez en consonancia con cultos de raigambre tradicional 60– lo que, desde luego, encaja muy bien con el contexto de
procedencia de la pieza que aquí nos ocupa y, por supuesto, no desentona en el
marco de las que debían ser las atribuciones típicas de Fortuna en su relación
con la prosperidad y la fertilidad de los espacios naturales en general y del
campo y las explotaciones agrícolas en particular 61 y en el de la función tutelar de esta divinidad sobre los bienes terrestres
62.
En cualquier caso, con los datos de que disponemos, en cualquier
caso, es prácticamente imposible saber de que tipo de representación formo
parte la cornucopia que nos ocupa 63. Si es cierto que todo
parece apuntar a que esta se integraría en alguna estatua –muy verosímilmente
de Fortuna pero sin descartar que se tratase de alguna representación del genio del
lugar– que, en cualquier caso, no parece debiera formar parte de un larario doméstico.
Desde luego, las dimensiones de la cornucopia de Campo Real/Fillera –de 21 cm de alto– exceden, con
diferencia, la medida habitual –pocas veces superior a los 85 cm– de las figuras
completas de Lares y de Fortunas documentadas en los lararios domésticos y para
las que, como vimos, disponemos de algunos ejemplos en el repertorio hispano 64. Teniendo esto presente, la pieza de la que formo parte la
cornucopia que aquí estudiamos debió ser una estatua monumental –tal vez
sedente pues de lo contrario estaríamos hablando, en términos proporcionales,
de una estatua notablemente grande, quizás impropia del ámbito rural– tal vez
ubicada en alguno de los espacios públicos de la pars urbana de la supuesta uilla en la que se halló como
la documentada en el entorno de Lugdunum –de Fortuna, en mármol blanco y de una altura de 80 centímetros 65–, como una de las conservadas en el Museo del Prado de Madrid 66 –de en torno a 1,47 metros de altura– de procedencia desconocida
pero, en cualquier caso, no hispana, o, tal vez, como una de las que apareció
en la uilla tarraconense de Els Munts –una de las villas
hispanas que ha aportado un mayor y monumental repertorio escultórico–, que,
con 52 centímetros de altura decoraba la piscina del frigidarium de las termas 67 (fig. 6). Aunque algunas de las
cornucopias que, aun fragmentadas, han sido halladas sueltas –como las procedentes
de Britannia o del Noricum, arriba referidas 68– si presentan dimensiones notables que podrían confirmar la
presencia, en ámbitos rurales de estatuas de notables dimensiones, nos parece que
no debería descartarse para nuestro ejemplar la posibilidad de que hubiera
formado parte de algún complejo escultórico público de la ciuitas de Campo Real/Fillera –tal vez como la documentada en Vienna, una Fortuna publica con corona turrita 69 y con unas dimensiones máximas
de 2,25 metros o la imperial hispana de Iponoba antes aludida, que sigue modelos itálicos (figs. 7[a] y 7[b]) 70– acabando sus días en la parte artesanal de alguna pequeña finca
rural a la que fue llevada quizás para ser triturada y convertida en cal como
consta fue frecuente en el destino de muchas piezas escultóricas de la antigüedad
71, algo que, en cualquier caso, la acuciante
falta de datos estratigráficos para el yacimiento de procedencia de la pieza
tampoco nos permite confirmar por mas que el horizonte tardoantiguo del enclave
de Baratinones parezca tener menos representatividad en el material arqueológico
atestiguado en superficie.
Figura 6. Estatua de la diosa Fortuna de la
villa de Els Munts, hoy en el Museu Nacional Arqueologic de Tarragona (Foto: R.
Cornado).
Proceda la pieza de un contexto público o privado, el excelente
acabado y técnica escultórica de la misma, sus dimensiones, su cronología –que,
por los detalles técnicos y los paralelos aducidos, no debe pasar del último
cuarto del siglo I d.C.– y, por supuesto, la notable calidad del
mármol escogido –importado desde la isla de Mármara por la condición de marmor Proconnesium que al final de este trabajo se detallara–,
evidencian, una vez mas, la extraordinaria riqueza y dinamismo de una ciudad que, en
cualquier caso, ya ha revelado con anterioridad importaciones de marmor Phrygium de Docimium (Turquía) 72 para piezas cuyo contexto –al igual que
sucede con el ejemplar que aquí nos ocupa– es imposible de determinar y que,
por lo tanto, no hacen sino rubricar el potencial del enclave del que proceden
y de la ciudad que capitalizo dicho territorio y aun de las del entorno donde
resulta creciente el catálogo de evidencias de mármoles importados 73.
7(a) y 7(b). Monumental estatua de Livia como
Abundantia procedente de Iponoba (Baena, Córdoba),
hoy en el Museo Arqueológico Nacional (Foto:
Deutsches Archaologisches Institut) y
Estatua de Livia como Fortuna procedente
de Puteoli (Pozzuoli, Italia) (Foto: E. Bartman).
En relación al material empleado, mármol blanco de grano
medio-fino, se presentan a continuación los datos analíticos obtenidos a partir
del estudio arqueometrico del fragmento escultórico de mármol. El análisis se
ha dirigido a la caracterización litológica de la muestra pétrea con la
finalidad de indagar sobre su procedencia. Como es sabido, la caracterización
de los mármoles clásicos se aborda con estudios mineralógicos y geoquímicos,
aplicados en la pieza arqueológica investigada de la misma forma que se han
realizado a muestras de cantera. Esta caracterización resulta mas completa
realizando un estudio multi-metodo valorando los resultados de varios análisis.
La determinación de las canteras de origen se realiza por comparación. Para ello
se cuenta con una extensa litoteca de mármoles de canteras hispanas 74 y de las mas importantes fuentes de la cuenca mediterránea 75 explotadas en la Antigüedad.
Metodológicamente se ha partido del estudio petrográfico completo
con descripción de lámina delgada bajo el microscopio petrográfico OLYMPUS AX-70, del Departamento de
Ciencias de la Tierra, Universidad de Zaragoza. Se ha prestado una especial atención
a la composición mineralógica, textura, tamaño máximo de grano MGS (Maximum Grain Size) y forma del límite entre granos BGS (Boundary Grain Shape). Tomando microfotografías en condiciones de
luz polarizada plana (NP) y luz polarizada cruzada (NC). Todo ello se ha
completado con el estudio de su catodoluminiscencia; observando la
luminiscencia de la muestra (intensidad y distribución) por medio de un microscopio
petrográfico NIKON Eclipse 50iPOL con un sistema de catodoluminiscencia acoplado
CL8200 Mk5-1, del Institut Catala d’Arqueologia Classica/ICAC
(Tarragona) captando su catodomicrofacies mediante microfotografía (CL).
A resultas de la aplicación del método arriba indicado, litológicamente
el fragmento escultórico de la cornucopia que nos ocupa es un mármol blanco de
grano fino-medio con tamaño medio próximo a 1mm de diámetro. Macroscópicamente,
aunque su textura es homogénea, el color blanco presenta cierta tonalidad gris
muy clara que varia suavemente de intensidad en algunas zonas. Bajo el
microscopio, presenta una textura granoblástica, típica de una roca metamórfica
de composición carbonatada, e inequigranular. Los minerales de calcita se
caracterizan por una forma subidiomorfa, habito equidimensional, tamaño de
grano heterogéneo, MGS o tamaño máximo de grano de 1,5 mm con variación entre 0,9 y 1,5 mm en su diámetro máximo,
y 1,0 mm de tamaño medio en la familia de mayor tamaño;
variando de 0,1 a 0,5 mm la menor. La forma de los límites entre
los granos BGS es mayoritariamente cóncavo-convexa, también se observan limites
rectos y curvos (fig. 8). No muestra signos de deformación
intragranular, con extinción recta y maclas bien definidas, salvo una muy
ligera deformación en las maclas de unos pocos cristales. En la figura 8, además, se puede
observar la catodomicrofacies, con una luminiscencia heterogénea casi
indistinguible por su intensidad extremadamente baja. De color purpura rojizo,
muy oscuro, provocado por la existencia de un ligero tono azul, en algunos de
los cristales mayores se muestra un poco mas claro.
Figura 8. Análisis microscópico de la lámina
delgada del mármol Proconneso en que fue esculpida la cornucopia de Baratinones
(Foto: H. Royo).
Tras comparar sus características con las correspondientes a
diversas canteras históricas se puede concluir que, en función de sus características
granulométricas, texturales y catodoluminiscentes, es posible atribuir su
procedencia a las canteras de la isla de Mármara (Balikesir, Turquía)
correspondientes al mármol blanco de Proconnesos. Los scalpellini de Roma denominaron a esta roca marmor cipolla, el mármol de cebolla, porque emitía el olor acre del ácido sulfhídrico
cuando lo cortaban. Este gas se encuentra en cantidades mínimas atrapado dentro
de los cristales. El mármol Proconnesos se empleó desde principios del siglo IV a.C. en el palacio de Mausolo, el rey de Halicarnaso. Los romanos
empezaron a usarlo en el siglo I d.C., y lo denominaron marmor Proconnesium en honor de la isla de Proconnesus (ahora
llamada Mármara). Las canteras están cerca de Saraylar y otros lugares sobre la
isla. La clase de mármol Proconnesos mas ampliamente usada en la arquitectura y
en sarcófagos es una roca blanca de grano medio con bandas rectas de color gris
que la atraviesan. La variedad monocromática blanca grisácea, que es la que se
corresponde con nuestro fragmento, era la preferida para la escultura 76. La explotación de las canteras de Marmara continuo en la época
bizantina y otomana, y constituyeron una fuente importante de mármol en Turquía
y el norte de Africa. A finales del siglo xix y comienzos del xx, la roca se usaba en pavimentos, baños y lapidas en Estambul. El mármol
se comercializa actualmente como Marmara blanco o gris 77.
Conclusión
En el contexto de la revitalizada investigación sobre los Vascones de las fuentes clásicas 78 y en medio del debate
sobre los que debieron ser –si los hubo– los rasgos que, a los ojos de Roma,
confirieron identidad a este supuesto grupo étnico 79, una pieza como la que aquí se ha presentado vuelve a ponernos
tras la evidencia de que la zona nororiental del solar que –de acuerdo con las últimas
propuestas de interpretación de los textos de los autores clásicos 80– se atribuye a los Vascones constituyo una de las partes mas tempranamente y mejor integradas
en la órbita romana, coincidiendo precisamente, además, con la zona a la que
las evidencias toponímicas 81, antroponímicas y teonímicas
82 de la época permiten poner mas directamente
en relación con el carácter eusquérico de dicho grupo en la Antigüedad. La
apertura a las modas culturales y comerciales del momento que la cornucopia aquí
estudiada –y el mármol en que fue esculpida que, en el valle del Ebro tiene
presencia a partir de época de Nerón 83 y está bien atestiguado
en toda la parte central del valle 84, con algunos
testimonios también en la parte septentrional 85– evidencia son,
sencillamente, el corolario esperable de una zona cuyo proceso de urbanización
fue rápido, aparentemente temprano –al menos en relación a la promoción jurídica
de los enclaves– y, además, de resultados ciertamente monumentales tal como
revelan no solo los datos de que se dispone para el propio enclave de Campo
Real/Fillera –con todo, aun muy limitados– o para los citados de Santa Criz de
Eslava o Iluberis/Lumbier sino también para los de las ciuitates vecinas de Cabezo Ladrero de Sofuentes 86 o Los Banales de Uncastillo 87. Urge, pues, a través
de una investigación universitaria, competitiva, de calidad y que garantice la
oportuna y siempre transferencia de resultados, ahondar en las razones que
pudieron hacer de esta zona –y, seguramente, de su correspondiente en la
vertiente norte de los Pirineos 88– una de las mas abiertas,
urbanizadas y, a la vez, sugerentes del solar vascón en época romana.
Resumen
A propósito de una cornucopia romana en mármol procedente del
territorio de la ciudad romana de Campo Real/Fillera (Sangüesa, Navarra) A finales de 1994, la familia
Zuazua-Wegener entrego al Museo de Navarra un cuerno de la abundancia en mármol
blanco que había sido recogido –junto con material cerámico y una moneda de
Tiberio– en un pequeño asentamiento ubicado al oeste de la ciudad romana que
ocupo el valle bajo del rio Onsella en la partida de Campo Real/Fillera, entre
los actuales municipios de Sos del Rey Católico (Zaragoza) y Sangüesa
(Navarra). En este trabajo se analiza el fragmento escultórico desde una
perspectiva arqueológica, iconográfica y arqueométrica en aras de un mejor
conocimiento de la romanización de un área –la de la Navarra media oriental–
que –con su continuidad territorial en Aragón: las Cinco Villas– se está
revelando esencial para la caracterización del proceso de romanización entre
los antiguos Vascones. Palabras clave: escultura romana; mármol; iconografía clásica; poblamiento rural;
Vascones; urbanismo antiguo.
Abstract
A roman marble
cornucopia from the territory of the roman city of Campo Real/ Fillera
(Sangüesa, Navarra) In the fall of 1994, Zuazua-Wegener
family gave to the Museo de Navarra a roman cornucopie in white marble that
have been found –together with roman pottery and a coin of the reign of
Tiberius– in a small settlement in the West part of the ancient territory of
the roman city that was situated by the river Onsella valley: Campo
Real/Fillera between current municipalities of Sos del Rey Católico (Zaragoza)
and Sangüesa (Navarra). The paper deals with the characterisation of the
sculpture from an archaeological, iconographical and geological perspective.
The information provided by the cornucopie is presented here, also, for a
better understanding of the romanization process in the East part of Navarra
–and its neighbour region in Aragon: Cinco Villas–, a whole region that, during
the last years, it’s revealing itself as essential in the comprenhension of the
Roman influence in the land of ancient Vascones.
Keywords:
roman sculpture; marble; classic iconography; rural settlement; Vascones;
ancient urbanism.
Notas:
1 Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., Garcia-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008 y, mas recientemente Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010.
2 Escala da, F.: 1943, 89-90 y Galiay , J.: 1946, 38-41.
3 Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., García-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 80.
4 Marcos Pous, A. y Castiella , A.: 1974; Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., García-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 77-82 (con fotointerpretación en fig. 7); y, recientemente Moreno, I., Lostal , J. y Bienes, J. J.: 2009, 56 (con una fotointerpretación, en cualquier
caso, a nuestro juicio, algo exagerada).
5 Con estudio monográfico
en Andreu, J., Lasuen, M., Manas, I. y Jordán, A. A.: 2011.
6 AE 1977, 470 y 471; HEp9, 614 (que seguimos buscando actualmente, sin éxito) y ERZ, 41, a los que deben añadirse la pieza hasta
ahora inédita publicada por Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 185-187, no 1 y varios elementos bien
de carácter anepigrafo (como la placa con tabula ansata y los sarcófagos recogidos en Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., Garcia-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 95, no 4 y 90-91, Fig. 21) bien escultórico (como el puluinus dado a conocer en Lostal , J.: 1984, 23).
7 Para los dos primeros,
puede verse valoración en Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., García-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 83-87, para los últimos, con novedades: Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 182-183. El catálogo de
materiales recogidos por el P. Escalada e, incorporados, después, a la colección
arqueológica del Museo de Navarra puede seguirse de modo excelente en la
meritoria edición del cuaderno de campo del P. Escalada y del P. Recondo obra
de Maruri, D.: 2006.
8 Con primera alusión en Arino, E., Guiral, C., Lanzarote , P. y Sopena, G.: 1991, 101-102, nos 3-6 y con todo el repertorio en Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 182-185.
9 Armendáriz, J.: 2008, 306.
10 Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 195.
11 Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., Garcia-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 90-91 asi como Escribano, M.a V. y Fatas, G.: 2001, 153 y 165.
12 Moreno, I., Lostal , J. y Bienes, J. J.: 2009, 258.
13 Con síntesis y datos arqueológicos
sobre la ciudad en Ramos, M.: 2007.
14 Con toda la bibliografía
precedente y una excelente síntesis en Mateo , R. M.a, Armendáriz, R. y Sáez de Albéniz, P.: 2007.
15 Fernandez Gómez, J.: 2009, 357 y 368-370.
16 Andreu, J., Armendáriz, J.; Ozcariz, P.; Garcia-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 97.
17 Labeaga , J. C.: 1987.
18 Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., García-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 77.
19 Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 194, Mapa.
20 Labeaga , J. C.: 1987, 92; Andreu, J., Armendáriz, J., Ozcariz, P., García-Barberena, M. y Jordán, A. A.: 2008, 77-78; y, recientemente, con nuevos datos Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010.
21 Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 188-194, no 3.
22 De Miguel, M.a P.: 2010.
23 Para la fotografía aérea
sobre este paso de la vía remitimos a las excelentes imágenes proporcionadas
por Moreno, I., Lostal , J. y Bienes, J. J.: 2009, 74-75.
24 García-Bellido, M.a P. y Blazquez, C.: 2001, 75-79.
25 Ov. Met. 9, 85-88 y, para otras fuentes, Pott ier, E.: 1908, 1514-1515.
26 Armendáriz, J.: 2008, 308.
27 Un ensayo de sistematización,
para todo el territorio vascón, lo hicimos, con toda la bibliografía en Andreu, J.: 2004-2005, 272-273, nota 116. Recientemente, en Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 185, nota 9 hemos vuelto sobre
algunas otras evidencias del ámbito de la aragonesa comarca de las Cinco Villas
con la que, lógicamente, mantuvo estrechos lazos la ciuitas romana que nos ocupa asi como su territorio.
28 Balil,
A.: 1965.
29 CSIR
Great Britain I, 1,
nos 155
y
156
(Pl.
39)=Phillips,
E. J.: 1977,
50
30 CSIR
Deutschland II, 11,
nos 107,
108
y
109
(Taf.
54)=Matter
n,
M.: 1999,
108.
31 CSIR
Österreich III,
2,
no 17
(Taf,
6)=Eckhart
,
L.: 1976,
27.
32 Fundamentalmente de uso
privado como los ejemplares completos de Augustodunum (Esperandieu, E.: 1910, 73, no 1859), Gleuum (CSIR Great Britain I, 7, nos 24 y 25 (Pl. 9)=Henig, M.: 1993, 11-12) o como las piezas hispanas que dieran a conocer García y Bellido, A.: 1949, 104-105, 105 y 157, nos 98 (de Axati, Lora del Rio), 100 (de Augusta Emerita) y 168 (de Tarraco) (Lams. 81 y 127) y Blanco Freijeiro , A.: 1957, 48, no 48 (Lam. 32). Sobre el predominio
de estas estatuillas en el catálogo de representaciones de divinidades con
cornucopia en el marco de la religiosidad doméstica y privada –asunto sobre el
que luego volveremos– puede verse Rausa , F.: 1997, 140.
33 Valgan aquí, como
ejemplo, las piezas documentadas en Nemausus (Esperandieu, E.: 1907, 482-483, no 833 y 1910, 444, no 2706) o Vienna (Esperandieu, E.: 1910, 400, no 2601) y, sobre todo, las publicadas por Schroder, S. F.: 2004, 164-166 y 379-381, nos 126 y 182 en la colección de escultura clásica del Museo del Prado o un
excelente ejemplar cordobés –de Iponoba (Baena)– estudiado por Lope z, I. M.a: 1998, 85-86, no 54 (Lam. LV, A) y recientemente
presentado en CSIR España I 2, no 36=Garriguet, J.A. 2001 25, no 36 (Lam. xi, 1), y otro de la NY Carlsberg Glyptotek de Coppenhague (Moltesen, M.: 2002 105-107 no 22).
34 Fundamentalmente un
amplio catálogo de representaciones de las diosas madre habituales en la iconografía
de época romana de la Celtica europea (Lambrechts P: 1942, 29; Green, M. J.: 1986, 140-142; Ruger, C. B.: 1987; y Deyts , S.: 1992, 59-60) como el notable
repertorio del Sur de Alemania (Espera ndieu, E.: 1922, 286, 291-292 y 299-300, nos 6.339, 6.350, 6.352 y 6.366, además con correlato epigráfico
alusivo a las Matres en CIL XIII, 7.888, 7.908, 7.893 y 7.926) o el ejemplar de Lugdunum (Darbla de-Audoin, M.a P.: 2006, 33, no 61 [Pl. 45]), también con alusión epigráfica a las Matres Aug(ustae) en CIL XIII, 1762.
35 Un ejemplar atestiguado
en Aquae Nari, en Neris, Aquitania, con dos cornucopias
entrecruzadas sobre una placa de mármol de revestimiento de las termas de la
ciudad (Esperandieu, E.: 1908, 373, no 1561).
36 Sarcófago en mármol
blanco con inscripción (CIL xii, 690) de Arelate (Arles) en el que la tabula ansata que delimita el campo epigráfico aparece flanqueada por dos
cornucopias (Esperandieu, E.: 1907, 149, no 184).
37 Esperandieu, E:1907 68-69, n.80 un altar funerario del siglo II dC conservado en Museo Marsella uno de cuyos laterales porta el
cuerno de la abundancia.
38 Fundamentalmente a
partir de un conocido ejemplo de Castel (CIL XIII, 7270=Esperandieu, E.: 1918, 363-364, no 5866) y otro de Mainz (CIL XIII, 6722=CSIR Deutschland II, 3, no 21=Bauc hhenss, G.: 1984(b), 32-33, no 21), ambos en la Germania Superior. En Hispania se conoce un altar en
Cartagena con representación de cornucopias y pateras en relieve ( García y Bellido, A.: 1949, 406-407, no 407) y en el Palazzo dei
Conservatori de Roma consta también el motivo de las cornucopias decorando los
laterales de un altar (Drager, O.: 1994, 38, no 64 –Taf. 56–).
39 CSIR
Deutschland II, 2=Bauc
hhenss,
G.: 1984(a),
3=CIL
XIII,
11806.
40 Especialmente frecuentes
en la Galia donde, además de los casos citados mas arriba (véase nota 38), podrían citarse, sin ánimo de exhaustividad, los ejemplos de Augustodunum (Esperandieu, E.: 1910, 64, 65 y 67, nos 1834, 1836 y 1840).
41 Pott
ier,
E.: 1908,
1517.
42 Aust,
E.: 1893,
col. 125;
Flor
iani,
M.: 1958;
Fontan,
R.: 1981,
9;
Mart
in,
H. G.: 1987,
22-
23;
o Mikock
I,
T.: 1995,
98-100.
43 Mikock I, T.: 1995, 98-100.
44 Para estas pueden verse
los tradicionales catálogos de Visconti, G. A.: 1782, 76 y 152 (Tab. xxxix) y 1790, 132 (Tab. Lxii) o de Clarac , F. De: 1832-1834, Pl. 338 y 1839-1841, Pl. 64 y las reflexiones de Caeta ni, E.: 1880.
45 Visconti, G. A.: 1790, 97 (Tab. IL) y Clarac , F. De: 1839-1841, Pl. 970 B y las reflexiones de Fontan, R.: 1981, 10.
46 Pott ier, E.: 1908, 1518.
47 CSIR España I, 2, no 36=Garriguet, J. A.: 2001, 25, no 36 (Lam. xi, 1), véase nota 32.
48 Sobre estos, puede verse
Rink, E.: 1933, 59 y, especialmente, Kunckel, H.: 1974, 20 (Taf. 11), con diversos
ejemplos.
49 Rausa , F.: 1997, 139-140; Drager, O.: 1994, 122; y Moltese n, M.: 2002, 107.
50 García y Bellido, A.: 1949, 104-105, no 98 y 105, no 100, véase nota 32.
51 CSIR
Pologne III,
1,
no 48=Mikock
I,
T.: 1994,
61,
no 48
(Pl.
30).
52 CSIR
Österreich II, 1
no 13=Piccott
ini,
G: 1968,
17-18,
no 13
(Taf.
15).
Para la asociación Isis/Fortuna/cornucopia
resulta útil Turca n, R.: 1996, 25-26 y 85.
53 Esperandieu, E.: 1911, 9, no 2764.
54 Hesberg , H. Von: 1981, 1087, no 18. Sobre la relación de Silvano con Fortuna y la adopción por este
del tipo iconográfico de la cornucopia, puede verse Dorcey , P. F.: 1987, 24-41 y 1992, 22, 24 y 97
55 Esperandieu, E.: 1907, 482-483, no 833.
56 CSIR
Deutschland II, 2=Bauc
hhenss,
G.: 1984,
321,
no 6399=CIL
XIII,
8233.
57 CSIR Deutschland II, 12, nos 8, 35 y 36=Matter n, M.: 2001, 40-41, 47-50 y 50-51 respectivamente, con inscripciones en CIL XIII, 7494 y 7448.
58 Cic.
Phil.
2,
68;
Ov.
Fast.
5,
137;
Suet.
Aug.
92
y
Galb.
4,
3
y
18,
2;
Sha,
Sev.
23,
5.
Un análisis de estos y
otros pasajes puede verse en el excelente trabajo de Neudecker, R.: 1988, 31-33.
59 Además de Neudecker, R.: 1988, 132-235 donde, en nos 2, 37, 38, 39, 52 y 64, repasa varios
testimonios arqueológicos de representaciones de Fortuna en uillae del entorno romano y del ámbito campano (algunas de destacados
propietarios como las uillae de Anzio, frecuentadas por la casa imperial;
Tivoli, propiedad de Quintilio Varo; Le Vignace, del cónsul Q. Servilio
Pudente; o Villa Galieno, del emperador del mismo nombre) puede consultarse
–respecto de la presencia de Fortuna en los lararios domésticos– Dwyer, E. J.: 1974, 253-255 y 377 al igual que para este fenómeno en el ámbito hispánico
puede constituir una primera aproximación la síntesis y recopilación de
evidencias hecha hace algún tiempo por Mangas, J.: 1986, 332-333. Específicamente para
la presencia de representaciones de Fortuna en el contexto de uillae rusticas hispanas resulta excelente la síntesis de Koppel , E. M.a: 1993(a), 197-199. Con carácter general sobre el acopio de este tipo de obras de
arte en los contextos privados es esclarecedora la síntesis que aportan, desde
distintas perspectivas, los trabajos recogidos en Gazda, E. K.: 1991.
60 Turca n, R.: 1996, 25.
61 Especialmente Visconti, A. G.: 1782, 76; Lambrechts , P.: 1942, 9; Deyts , S.: 1992, 60; y Rausa , F.: 1997, 125.
62 Pott ier, E.: 1908, 1515.
63 Mikock I, T.: 1995, 98.
64 Veanse notas 32 y 50 donde las piezas en cuestión –estatuillas de
Lares o Fortunas completas, en mármol o bronce– miden 22, 98 o 35 centímetros que, por
otra parte, son las dimensiones habituales de muchas de las estatuillas a las
que se aludió mas arriba.
65 Darbla de-Audoin, M.a P.: 2006, 151, no 438 (Pl. 167).
66 Schroder, S. F.: 2004, 379-381, no 182.
67 Koppel E.M.a: 1993(b) 223 con foto en Koppel E.M.a:1993(a) Taf.169ª, estudio monográfico
en Koppel E.M.a: 2000 387-388 (Lams. 75a, 76a y 76b).
68 Contrástense las
referencias en notas 29, 30 y 31, mas arriba, especialmente para el caso de las piezas británicas,
una de ellas (CSIR Great Britain I, 1, no 155) de 23 centímetros de longitud y correspondiente, también,
al remate superior de la cornucopia y para el de la pieza de Lauriacum (CSIR Österreich III, 2, no 17), de 93 centímetros, y que su editor (Eckhart , L.: 1976, 27, no 17 –Taf. 6–) pone directamente en relación con una notable estatua de
Fortuna o del Genio del lugar.
69 Esperandieu, E.: 1910, 400, no 2601.
70 Véase nota 33.
71 HOjte, J. M.: 2005, 63-64.
72 Andreu, J., Jordán, A. A. y Armendáriz, J.: 2010, 184, y, especialmente, Royo , H.: 2010.
73 Ibid., nota 8 y 185, nota 9. Figuras
74 Lapuente, P., Turi, B., Bla nc, Ph.: 2000.
75 Gorgo na, C., Lazzarini, L., Palla nte, P. y Turi, B.: 2002.
76 Price, M. T.: 2008.
77 Price, M. T.: 2008. Con el fin de asegurar una correcta determinación
de la cantera de origen se esta realizando mientras se escriben estas líneas un
análisis de isotopos estables por ser uno de los análisis mejor valorados en
los estudios de este tipo. El resultado de dicho análisis se expresa en términos
de la desviación d 13C y d 18O en ‰ relativo al estándar de referencia
internacional PDB.
78 Fundamentalmente a
partir de Andreu, J.: 2009, heredero del impulso
de los trabajos de Sayas , J. J.: 1994 y Perex, M.a J.: 1986.
79 A partir de los muy
sugerentes trabajos de Wulff, F.: 2009 y de Beltr an Llor is, F. y Vela za, J.: 2009, esp. pp. 104-107.
80 Beltr
an Llor
is,
F.: 2001;
Jordán,
A. A.: 2006.
81 Ramirez Sadaba, J. L.: 2009.
82 Vela za, J.: 1995.
83 Cisneros , M.: 1998, 29.
84 Sirvan como ejemplos los
casos atestiguados en la capital del convento jurídico, en Caesaraugusta (Lapuente, P., Royo , H., Preite-Mart inez, M. y Blanc, Ph.: (en prensa):) o en la colonia Celsa (Cisneros , M.: 1998, 17).
85 Fundamentalmente –además
de la pieza que aquí estudiamos– el sarcófago de Ramiro II, conservado en San
Pedro el Viejo de Huesca, la antigua Osca (Lapuente, P., Cuchi, P. A., Royo , H., Preite-Martínez, M. y Garc es, C.: en prensa).
86 Jordán, A. A. y Andreu, J.: en prensa (con toda la bibliografía
precedente) y, antes, con una panoramica arqueológica somera en Moreno, I., Lostal , J. y Bienes, J. J.: 2009, 253-254, por citar los dos
trabajos mas recientes.
87 Andreu, J., Gonzalez Soutelo , S., García-Entero , V., Lasuen, M. y Jordán, A. A.: 2008, con toda la bibliografía anterior.
88 Rechin, F. y Barrau d, D.: 2008, además del clásico
trabajo de Rico, Ch.: 1997.
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