LEYRE, célebre monasterio cisterciense de la advocación
de S. Salvador, situado dentro del reyno de Navarra en los confines de
Aragón, sobre una áspera montana que se eleva por la banda del e., por la qual confronta
con la villa de Tiermas, que dista una legua, por
s. y o. con la ciudad de Sangüesa
a distancia de 2 leguas y media, y a la misma por o. con la villa de Lumbier.
El rio Aragón que se introduce por aquí en Navarra dirige su curso por la parte
del s. del monasterio a cosa de media legua; y al n. hay una sierra elevadísima
que se desprende de los Pirineos del valle de Roncal. En el monte de S. Viril, en
el qual permanecen vestigios de una ermita, y hay una fuente llamada del nombre
de aquel santo, se encuentran mineros de hierro y cobre, de ocre, cristal
montano, pórfido, oromia y muchas conchas petrificadas; y así en éste como en
los otros montes que rodean al monasterio, hay bastantes encinas y robles, con
cuyo fruto se mantienen 70 u 80 cerdos, y abundan los pastos, en los quales se
crían 25 yeguas, 30 vacas, 24 bueyes y 3500 Cabezas de ganado lanar, que en el
verano sube al Pirineo a disfrutar las yerbas que por privilegios reales, concordias
y sentencias pertenecen al monasterio dentro de Francia en tierra de Sola. Sin
embargo de ser el terreno áspero, quebrado y pendiente, puesto en cultivo y abonado
con estiércol, produce buenas cosechas, y rinde ocho por uno de los frutos que
se siembran. A distancia de una legua del monasterio tiene una granja llamada
Cortes, que aunque la baña el rio Aragón, no se riega con sus aguas. En dicha
granja hay mas de 700 peonadas de viñedo, 150 robadas de tierra blanca, y una porción
de olivos; y calculados los frutos que se cogen en ella y tierras próximas al
monasterio, ascienden a 500 cargas de vino, 80 arrobas de aceyte, 450 cargas de
trigo y 150 de cebada, habas y otras legumbres. Las rentas que actualmente
tiene el monasterio apenas llegan para mantener 30 religiosos; pues de todas
sus antiguas donaciones no le han quedado sino las décimas de las iglesias que
llaman de la Cuenca de Pamplona, y son las de Ororvia, Lizasoain, Marcalain,
Garzariain, Añezcar, Oteyza, Garrues, S. Esteban de Hugarte, Egües, Elcano,
Urroz, Meoz, Salinas, Idocin y Zabalza. Estas décimas las arrienda el
monasterio, y deducidas las congruas de vicarios y sirvientes, le rinden como unos
1® ducados de plata. Es verdad tiene otras iglesias que administra por sí mismo,
con el objeto de acopiar el trigo que necesita para su abasto, y son las de
Villaveta, Artieda, Navasqües, Igal, Izalzu, Yesa, Liédena, con los quartos de
Guesa, Sárries, Vidangoz, Garde, Roncal y Burgui, a que se agregan los derechos
o tributos que le pagan varios lugares, y llegaran con corta diferencia a 40
cargas de trigo. De las propiedades que tuvo en Aragón solo le quedan la villa
de Tiermas, que en 1200 le dono el rey D. Pedro II, la de Undues, Fillera, el
Real y Anues. Es muy notable esta diminución de rentas, si se comparan con las
muchas que percibía antiguamente de los pueblos que eran de su señorío, y con
la grandeza del monasterio, al qual estaban sujetos o incorporados otros muchos,
de los quales apenas se ha conservado memoria. No parecerá fuera de propósito
poner aquí la lista de unos y otros, según se ha remitido del monasterio, para
satisfacer la curiosidad de los eruditos aficionados a nuestras antigüedades.
Pueblos que fueron del señorío de Leyre.
YFSSA ARGILLOZ
BENASA ORRADRE
LERDA CORTES
AÑUES ALDEA
OYARDA RIVAS
S. ESTEBAN DE SIERRAMEDIANA DONDON
APARDUES ESCANIZ
DE YUSO
NAVARDUN ZABALZA
ÁDUAIN IDOCIN
BRI9AS GARRUES
ORORUJA BESOLLA
SACAR ADERIZ
VILLANUEVA ARASCUES
SANTA MARIA UNZU
INFERIOR
MENTOSA MARCARIAN
BOZO ALDUNATE
BEOD S.
SEBASTIAN
SALCE LIEDENA
PREZOLAZ YEQUEDA
ERUCA BERIAIN
BELZUNZA LEGARDA
CAMPANAS S.
MARTIN DE AZPA
NARDUES S.
VICENTE
CANELAS ARIZ
ZUAZU SARRAMIANA
LARRAÑETA UNDUES
ORICAIN TIERMAS
ARRARIAIN EQUISOAIN
TONDONIA NAGILZ
Iglesias y monasterios que por donaciones reales y particulares pertenecieron a Leyre.
Isusa
|
S. Agustín de Larrasoaña
|
Santa Colomba de Uriberri
|
Santa Maria dMontdierra
|
Bayacua
|
Antulla
|
S. Pelayo de Garisuri
|
S. Juan de Aspurz
|
Irrumendi
|
Santa Maria de Oztariz
|
S. Esteban
|
S. Martin de Domeño
|
Genefreta
|
S. Miguel de Iriberri
|
S. Salvador de Ibañeta
|
Santa Maria de Ezcaroz
|
Oyarda de Yuso
|
S. Martin de Larrabe
|
Santa Maria de Roteceno
|
Gentelifontes
|
S. Juan
|
Santa Maria de Zabalza
|
S. Miguel de Mercosa
|
S. Martin de Viztuñiga
|
Zayazarra
|
S. Miguel
|
Santa Maria de Irzu
|
S. Tirso de Arrabia
|
S. Angel de Egurzanu
|
Zalurribar
|
Berantevilla
|
Obecurri
|
Izizuloa o Izalzu
|
Arrosa
|
Apignaniz
|
S. Jorge de Bustiniana
|
Santa Maria de Villanova
|
Santa Maria de Egazteguia
|
Bermudurt
|
Odieta
|
Zubiri
|
Santa Maria de Arbonies
|
Santa Cruz de Abaiza
|
S. Juan de Ollafereyra
|
Aristu
|
Santa Colomba de Aspurz
|
S. Cristóbal de Izalve
|
S. Salvador de Ardanaz
|
Lisave
|
Santa Marta de Indurain
|
S. Roman de Miranda
|
Santa Maria de Elcart
|
S. Babil
|
S. Julián de Carbonera
|
S. Miguel de Eusa
|
Santa Engracia de Urdax
|
Santa Eugenia de Adansa
|
S. Vicente de Berganza
|
S. Juan de Oteyza
|
S. Vicente de Igal
|
S. Andrés de Uncastillo
|
S. Juan de Peña
|
Santa Marta de Elizaverria
|
Burdaspal
|
Villatuerta
|
S. Miguel de Isniela
|
S. Cosme y S. Damian
|
S. Martin de Rocal
|
S. Vicente de Cirsa
|
S. Andrés de Villaescusa
|
Santa Maria de Irzu
|
S. Esteban de Hugarte
|
Leyre es un monasterio que por su agria y costanera situación
no iguala en magnificencia al de Fitero, Oliva y otros de Navarra. Su iglesia
es añadida o retocada, y con ser de tres naves el tercio perteneciente al altar
mayor, el resto es de una sola. Aquel altar es de buen gasto de talla, y al
lado del evangelio están los cuerpos de las santas Nunila y Alodia en una arquilla
de marfil con inscripciones arábigas y varios relieves que demuestran una cacería,
y se conoce que no se hizo para contener lo que encierra. En otra arquilla se
conserva el cuerpo de S. Viril o Virila, abad de este monasterio y del de Samos
en Galicia a principios del siglo X. Tiene altar en la parte vieja de la
iglesia; pero es moderno, porque arruinaran el antiguo, y no saben dónde lo pusieron.
En los testeros de las naves colaterales hay 2 retablos nuevos sin dorar.
Enfrente de S. Viril está el panteón de los reyes de Navarra, en alto, a modo
de tribuna, y es de madera pintada con filetes dorados. Se leen los siguientes
nombres de príncipes, que se supone estar enterrados en él: Iñigo Garcés; Ximeno
García; Iñigo Arista; Garcia Iñiguez; Fortunio VIII; Sancho Abarca; García Sánchez;
Sancho García; Garcia Sánchez; Ramiro XIII; Andrés príncipe; Martin Febo
príncipe, y siete reynas. Estos cuerpos, si todos son de los reyes que se
expresan, pues el libro de la regla de Leyre que contiene el catálogo de los
reyes enterrados allí no se puede salvar de muchísimos errores, estuvieron antes
al lado izquierdo del altar mayor en un arco cerca de la sacristía en la nave de
la epístola. Allí se encontraron en 1613 dos grandes sepulcros, en uno de los
quales solo se halló un cadáver, y en el otro 15 juntos, descubriéndose entre
los huesos pedazos de telas texidas de oro, plata y seda de color morado, azul
y verde, con trozos de madera labrada en forma de cetros reales, y otros de
marfil en figura de empuñaduras de espada sin ninguna inscripción. Al
reconocimiento de todos estos despojos se halló presente el grande investigador
de nuestras antigüedades D. Fr. Prudencio de Sandobal, obispo de Pamplona, con
otros personages. Saliendo de la iglesia, delante del coro hay un enrejado de hierro,
y en medio sobre el suelo un sepulcro liso. Se removió años pasados con la idea
de hallar el cuerpo de S. Marcial o Marciano, obispo de Pamplona a principios del
siglo VIII; pero no se hallaron sino dos divisiones en dicho sepulcro, y se
cree sirvió antiguamente de depósito de las santas Nunila y Alodia. En este trozo
de la iglesia al lado de la epístola hay un excelente altar de S. Bernardo de principios
del siglo XVII, según el ayre de arquitectura, y la imagen del santo en alto
relieve es primorosa. Casi enfrente está el altar de las santas mártires Nunila
y Alodia trabajado en 1638, de una escultura nada despreciable, y hay en él reliquias
de dichas santas. Por el lado de este altar se baxa a la iglesia subterránea de
tres naves sostenidas de arcos que descansan sobre sus capiteles, y unos trozos
de columnas de tercia y de menos. Hay un altar de S. Babil, y en algunos relicarios
multitud de reliquias pequeñas. Esta iglesia, que sin duda fue la primitiva,
sirve de entierro a los religiosos. EI quadro antiguo del monasterio, que está al lado del
evangelio, se halla abandonado, y la sala, en que se celebró el famoso concilio
de Leyre, sirve hoy de pajar, porque se ha hecho nueva fábrica al otro lado
donde viven los monges.
La fundación del monasterio es inmemorial, ni se puede fixar
su primera época. En la iglesia principal a la parte exterior permanece una lápida
que mira al norte, donde se halla grabado en caracteres antiguos; A. 6. II. Er.
Fulcherius me fecit. Un monge curioso interpreto así esta inscripción; Anno sexcentésimo
undécimo Ericus Fulcherius me fecit. La interpretación carece de fundamento sólido
por los números arábigos impropios de aquel tiempo, y que se pondrían después
que se introduxéron en España. Sandobal, Moret, Yepes, Mabillon y D. Luis
Salazar hacen al monasterio de Leyre anterior a la entrada de los moros, y el
ultimo pone su fundación hacia el año 574, contra lo que asienta Ferreras. La
verdad es que habiendo otros monasterios en España anteriores a la irrupción
sarracénica, qual el Agaliense de Toledo, el de Zaragoza, Cumpludo en el
Vierzo, el de Samos que ya existía en el siglo VI, reynando los suevos en
Galicia, según consta por la inscripción hallada modernamente y publicada por
el maestro Risco en el tomo XL de la España sagrada, y otros muchos que sería
ocioso referir, no es repugnante, antes bien se hace verosímil la fundación del
de Leyre en tiempo de los godos, supuesto que ya en escrituras del siglo IX se
declara su existencia desde algunas centurias atrás. Por eso le de Oihenart la
preferencia en antigüedad sobre todos los monasterios de Navarra, sin excepción
de los que S. Eulogio menciona en su famosa carta a Wilesindo, obispo de
Pamplona, escrita año 851, entre los quales no hay motivo para dudar hubiese
algunos anteriores a la entrada de los moros, qual el Urdaspalense, Serasiense,
Igalense y de S. Zacarías. Si
vetust at em et regum affectum attendamus, jure sibi primum locum vendicat
Legerense S. Salvatari sacrum. De ahí también el llamar D. Sancho el
mayor en un diploma de 1022 al monasterio de Leyre: primum et antiquissimum, jusque
regium et praecordiale totius regni mei monasterium.
S. Marciano, o sea Marcial, obispo de Pamplona al tiempo de
la invasión sarracénica, que asistió al XVI concilio toledano celebrado en el
año 693 por su vicario Unicomalo, es tradición constante atestiguada en varias
escrituras haber muerto y estar sepultado en Leyre; con que ya para entonces existía
el monasterio. Hacia el año 840 S. Eulogio mártir de Córdoba visito dicho
monasterio, según consta de la citada carta escrita al obispo de Pamplona
Wiselindo después de su regreso a Córdoba. En ella dice que se detuvo muchos días
en Leyre, quando peregrinaba a Francia, y que conoció en aquella casa
excelentes varones temerosos de Dios, y saluda a su abad que a la sazón era
Fortunio. Mas nada expresa sobre la regla de S. Benito, siendo vano el empeño de
Sandobal, que en las notas marginales a dicha carta supone ya se observaba para
entonces en Leyre y demás monasterios que S. Eulogio visito en Navarra. Lo
cierto es que la regla de S. Benito se había establecido en Leyre muchos años antes
del de 1022, según veremos después por un diploma del rey D. Sancho el mayor. Iñigo
Arista reedificó este monasterio, e Iñigo Garcés asistió a la traslación de los
cuerpos de las santas Nunila y Alodia, que se hizo desde Huesca, donde
padecieron martirio en el año de 851, a S. Salvador de Leyre día 18 de abril de
880, y no de 842, según Garibay, Sandobal y otros, a la qual concurrieron
también el obispo Wilesindo y la reyna viuda Dª. Oneca. El mismo día hizo donación
el rey al monasterio de los lugares de Yesa y Benasa, y el obispo de la mitad
de las tercias de la Valdonsella, Pintano y Artieda. En las escrituras de Leyre
se señala la era 880, que es el año de 842; pero habiendo sido el martirio de
las santas Nunila y Alodia en el de 851, como refiere S. Eulogio y resulta de
las actas y breviario de Leyre, debe tomarse la era por año. Al tiempo en que
se hizo la traslación de dichas santas era abad de Leyre D. Fortuño, deudo de
la reyna D.* Oneca, aquel mismo de quien habla S. Eulogio en la carta a Wílesindo,
y las actas de la traslación. De ahí sin duda se originó el error de hacer
monge de Leyre al rey D. Fortuño Garcés, a cuya fábula dio lugar el incauto
monge del mismo monasterio que escribió en el libro llamado de la Regla un catálogo
de los reyes sepultados en aquella casa con hartos despropósitos, como el de
suponer enterrado en Leyre a Iñigo Arista, habiéndolo sido en el monasterio de
santa Justa y Rufina, trasladado al de S. Vitorian, como mas largamente se dice
en el artículo de Navarra. Siendo Leyre el mas antiguo y principal monasterio
de Navarra, donde a veces residían los monarcas con su corte, empezando desde Iñigo
Arista a establecer allí a temporadas su domicilio, se empeñaron a porfía en
dotar y enriquecerlo con aquella liberalidad y profusión tan común en los reyes
y otros potentados de aquel tiempo. Desde el año de 880 hasta 1230 son infinitos
los diplomas y privilegios que concedieron en favor del monasterio. Excedió a todos
D. Sancho el mayor, en cuyo tiempo llego Leyre a ser, como dice el mismo, corte
y corazón de su reyno; jusque regium et praecordiale totius regni mei. La
catedral de Pamplona destruida y asolada, como añade el mismo rey, por naciones
bárbaras, hacia años se había traslado al áspero y montañoso sitio de S. Salvador
de Leyre, sin que se sepa el tiempo fixo de esta traslación, aunque con algún
fundamento puede reducirse al reynado de Iñigo Arista. Entre las donaciones
hechas por el rey D. Sancho al monasterio de Leyre, entonces catedral de Pamplona
y silla de sus obispos, sobresale en grandeza la que en 17 de abril de 1014
hizo al mismo monasterio catedral de la villa de S. Sebastián en Guipuzcoa con
sus parroquias de santa Maria y S. Vicente y monasterio de S. Sebastián el
Antiguo con sus diezmos, primicias, ofrendas y demás derechos: Damus et
oferimus ipsi Deo et sanctis pracnominatis, et monasterio Leyerensi, et vohis
spiritiuali patri et magistro nostro Domno Sanctio episcopo et monachis in eo
habitantibus in Dei servitio praesentibus ac futuris in finibus Ernani ad litus
maris monasterium unum, quod dicitur Sancti Sebastiani cum parochia sua, et illam
villum quam antiqui dicebant Izurum, cum eclesiis suis, scilicet Beatae Mariae
et Sancti martyris Vincentii.. decimis, primitiis
et oblationibus, et cum omnibus omnino pertinentibus eidem monasterio étc. Añade
en seguida: Si quid forte in praedictis ecclesiis Sanctae Mariae, scilicet, et
Sancti Vincentii juris episcopalis fuit hucusque liberum et ingenuum in
praescripti Leyerensis coenobii perpetua stabilitate permaneat jus et servitium.
Este singular privilegio fue confirmado por otro del rey D. Pedro Ramírez de
Navarra v Aragón en 1101, el qual existe en el becerro de Leyre, f. 328, añadiéndose
en el ultimo la donación la pardina de Oróztegui con las aguas del rio Urumea.
No hay ningún documento en los archivos de S. Sebastián por donde conste si la donación
del rey D. Sancho el mayor tuvo efecto quanto a la villa y las dos parroquias
de santa Maria y S. Vicente. Pero S. Sebastián el Antiguo se sabe haber
pertenecido a la mesa capitular de la catedral de Pamplona hasta el año de 1543,
en que se desmembró de ella por bula de Paulo III, dada en Perusa con expreso
consentimiento del obispo D. Pedro Pacheco y cabildo de la catedral, para
fundar el convento de dominicas, quedando la parroquia del Antiguo aplicada a su
orden. Los arcedianos de tabla de la misma catedral de Pamplona estuvieron
hasta mediados del siglo XVI en posesión de los 22 seles del valle de Urumea, y
aun lo están al presente de la parroquia de S. Pedro de lgueldo; y no
descubriéndose otro título por donde llegaron a pertenecer a la iglesia de
Pamplona, sin duda son restos de la magnífica donación hecha por D. Sancho el
mayor de la villa de S. Sebastián y sus iglesias al monasterio de Leyre,
entonces catedral de Pamplona.
En la dicha donación, así como en otras escrituras, se hace mención.
de S. Viril, abad de Leyre, que floreció en el mismo monasterio a fines del
siglo IX y principios del X, y fue reformador del de Samos cerca de Lugo. Es el
mismo de quien se cuenta la fábula, que no merece otro nombre, de haber estado
oyendo cantar al paxarillo 100 o 200 años arrobado en éxtasis y contemplando aquello
del salmo: Mille anni tanquam dies hesterna quae praeteriit, y que al volver a
Leyre desconoció al convento y los nuevos monges a él. Este supuesto prodigio,
tan divulgado en muchos libros, se halla desacreditado en el mismo monasterio,
cuyos religiosos confiesan no tener mas fundamento que una vulgar tradición sin
ningún apoyo en los monumentos de su archivo. Solo se conservan las memorias del
culto que siempre ha tenido allí el santo, y encima de la puerta de lo que ahora
es granero se ven unas armas que son un báculo de abad, y sobre él un paxaro
que pudo dar margen a este cuento.
Ya se dixo que la observancia y regla de S. Benito se había
introducido en Leyre antes del año de 1022. Con efecto así lo supone un diploma
de D. Sancho el mayor, expedido en 21 de octubre del mismo año, donde hablando
el rey con su maestro D. Sancho, obispo de Pamplona y abad de Leyre, le
encomienda el dicho monasterio con todas sus decanías y posesiones que los rey
es antecesores habían concedido a S. Salvador, a las santas vírgenes y mártires
y a la regla de S. Benito. Añade el rey que noticioso de la observancia monástica
en que florecía el monasterio de Cluni, había hecho traer de allí al abad
Paterno y otros monges para que estableciesen la misma regla en S. Juan de la
Pena y en Leyre. Todo esto dice el rey en el concilio celebrado en Leyre el mismo
año y día, y en seguida encarga al obispo asista al que se había de juntar en
Pamplona el año inmediato para tratar sobre la restauración de la sede
lruniense o Pompelonense con los bienes de la iglesia de Leyre; Ut de bonis
ecclesiae Leyerensis reaedificetur et renavetur destructa sedes Iruniensis. Iruña
o Iruñea llamaban a Pamplona los vascongados de aquel tiempo, que también lo
eran los reyes de Navarra, siendo su idioma el vascuence, y lo mismo la llaman
hoy día los vascongados modernos del propio reyno. De hecho celebróse el
concilio en Pamplona o Iruna a 29 de setiembre 1023, y se ordenó el
establecimiento de la regla canónica en la catedral, y que para lo sucesivo se
eligiesen los obispos de entre los monges de Leyre. Por haber muerto el abad
obispo D. Sancho en 26 de marzo del siguiente año de 1024, no se verifico por entonces
la restauración de la catedral Iruniense. Emprendióla y no la acabo su sucesor
en el obispado y abadía de Leyre D. Sancho II, según consta de un privilegio del
rey D. Sancho Ramírez concedido al monasterio de Leyre y copiado por Sandobal.
Este D. Sancho II o el menor, que se intitula obispo de Pamplona y Náxera a un
mismo tiempo, por conservar la memoria de los beneficios que la catedral de Pamplona
había recibido del monasterio de Leyre, entabló perpetua hermandad entre los
canónigos de aquella y monges del mismo monasterio, por manera que las iglesias
de Pamplona y Leyre se tuviesen por una misma, y que quando moría algún canónigo
o monge se sufragase su alma con siete misas y vigilias, siete libras de pan y
otras tantas eminas de vino (medida o ración llamada con este nombre en la
regla de S. Benito) y con una comida de limosna a los pobres. De ahí el aniversario
que en 22 de marzo se celebraba en Leyre por los canónigos de Pamplona, según
se nota en su calendario antiguo; Undecimo kal. Apilis; in crastina die fiat officium pro
fratribus ecclesiae Pampilonensis. Muerto el obispo D. Sancho II hacia
el año de 1054, le sucedió en el pontificado D. Juan, que tan presto se intitula
obispo de Pamplona, tan presto de Leyre y a veces rector de la iglesia de los
Navarros: Joannes ecclesiae Navarrensium rector, porque las iglesias de Pamplona
y Leyre componian una misma catedral u obispado, que era el de Navarra. Sucesor
de D. Juan lo fue en 1068 Belasio o Blasco, asimismo abad de Leyre, el qual en
una escritura de 3 de abril de 1076, por la que libertó a los de Errazu de algunos
derechos que pagaban al monasterio, se firma: Episcopo Dono Blasco in Irunia et
in Leyeri.
Hasta aquí había sido como hereditaria la mitra de Pamplona
en los abades de Leyre; pero en 1078 el rey D. Sancho Ramírez, ora por razones
políticas, ora por necesidad hizo recayese en su hermano el infante D. Garcia,
que anteriormente era obispo de Jaca, y ahora quedo con uno y otro obispado, pues
en una donación que hicieron García Gómez y su muger a santa Maria de Irache en
1080 tiene el dictado de episcopus Garsea regente Jacensem et Iruniensem
ecclesiam. Los obispos abades de Leyre, sin embargo de lo decretado en el concilio
de Pamplona de 1023 y en el del año anterior celebrado en el mismo Leyre para
que la catedral de Iruna se restableciese con los bienes de aquel monasterio,
no debieron de hacer los mayores esfuerzos a ese fin, quizás porque no saliese
la mitra de dichos abades y de su monasterio con fixar la cátedra pontificia en
Pamplona. Estos motivos, junto con querer D. Sancho Ramírez asegurar el reyno
de Navarra, en cuya posesión acababa de entrar por la muerte trágica de D. Sancho
de Peñalen, siendo anteriormente rey de Aragón, pudieron obligar a este príncipe
a que sin hacer caso del decreto conciliar que había dispuesto se eligieran los
obispos de Pamplona de entre los monges de Leyre, nombrase por tal a su hermano
D. García. Lo propio volvió a hacer en 1087, quando habiendo muerto D. García
puso por su sucesor en la mitra a D. Pedro de Roda, monge de S. Ponce de Tomeras,
echando mano de un extrangero, que si bien con harta repugnancia, tuvo que
aceptar el obispado. Este es aquel gran prelado, verdadero restaurador de la iglesia
de Pamplona, a que dio un nuevo ser, reedificando su templo y estableciendo en
él la vida común de los canónigos, según la regla de S. Agustín, y varias dignidades,
cuyos nombres son muy análogos por sus funciones y oficios a los que se usaban en
comunidades religiosas. Desde este tiempo dexó de ser Leyre asiento de los
obispos de Pamplona, y perdió los derechos de concatedral, bien que duro
siempre la hermandad entre ambas iglesias, y prosiguieron los reyes en mirar con
particular cariño al monasterio, como lo acreditan sus diplomas. Entre ellos es
muy notable el que en 1085 dio a Leyre el mismo D. Sancho Ramírez, haciéndole donación
de quatro monasterios de su real patronato, que eran el de Igal, Roncal,
Burdaspal y santa Engrácia de Urdax, el primero y el tercero mencionados por S.
Eulogio en su carta al obispo de Pamplona Wilesindo, con todas sus decanías,
rentas, valles, montes, etc. De los tres primeros percibe el monasterio la décima
o el quarto de los frutos; pero el de santa Engrácia no le produce nada, porque
estando en el valle de Sola, territorio de Francia, su rey Luis XV aplico todos
los bienes que tenía al seminario de santa Maria de Oloron en 1738,
anteriormente a cuya época los canónigos de aquella casa, que eran reglares de
S. Agustín, pagaban a Leyre en reconocimiento 40 sueldos jaqueses día de la Ascensión,
entregándolos en la misma iglesia al tiempo de la misa mayor, en lugar de los
dos salmones y dos vacas que presentaban en la misma forma desde el año de 1125,
según consta por la concordia ajustada entre ambos monasterios y sus abades
García y Acenario en dicho año, inserta en et fol. 491 del becerro de Leyre. El
mismo D. Sancho Ramírez en seguida de haber ganado el Castillo llamado Munio
pasó a Leyre por abril de 1090 y concedió al monasterio las exenciones del de
Cluni, confirmándole además todas las donaciones él y su hijo D. Pedro Sánchez.
En 1098 se consagro la iglesia alta de Leyre, según el libro becerro, fol. 291,
asistiendo a esta función, que fue el día 24 de octubre, Pedro obispo de
Pamplona, Pedro de Huesca, Poncio de Roda, Diego de Santiago, con sus
dignidades, arcedianos y clérigos, siendo abad del monasterio D. Raymundo. Concluida
la función se quejó éste al rey D. Pedro, que se había hallado presente, de los
agravios que sufría cl monasterio en sus bienes de Barramiana, Undues, Liédena
y Añues. Mandó el rey le fuesen restituidos, confirmando las anteriores
donaciones, y además le dio en Huesca la iglesia de S. Salvador con todas sus
pertenencias, y la villa de Arrasavet cerca de dicha ciudad, y la mitad de la lezda
y portazgo de los judíos de Ruesta. El obispo de Pamplona le cedió en seguida
de la misma consagración los diezmos de Obanos, Ezpanes, Viota, los de los pueblos
de Extremadura o de moros y Valdonsella, confirmando todas estas donaciones los
demás obispos que concurrieron a este solemne acto, con los demás próceres y
otras personas de ambos sexos. El mismo año dio el rey sentencia a petición del
abad Raymundo contra los de Garde que rehusaban admitir los clérigos que se les
enviaban de S. Martin de Roncal, según se observaba tintes de dexar el rito
mozárabe, y se mandó guardar la costumbre que se practicaba in lege Toletana,
pues algo antes del año de 1071 ya estaba introducido en Leyre el oficio romano,
según la escritura de la unión de la iglesia de Igal a la de Roncal de dicho año,
expresándose en ella: Sicut fuerat in lege Toletana, ita permaneat in lege
Romana. En 1101 confirmo el rey D. Pedro Sánchez a Leyre, según se insinuó antes,
la donación de la iglesia de S. Sebastián en los confines de Hernani con la
villa del mismo nombre, sus manzanales, términos marítimos que se los había
concedido D. Sancho el mayor y además la pardina de Oróztegui y las aguas del
río Urumea. D. Alonso el batallador, hermano de D. Pedro, dio a Leyre por
entero el lugar de Arascues en 1113 con la mitad de un olivar, para que
ardiesen de noche en su iglesia ocho lámparas en sufragio de su padre y
hermano, pues en aquellos tiempos la mayor parte de la luminaria de las
iglesias consistía en lámparas, según se ve por los cánones, y a la verdad eran
mas propias del templo que el aparato teatral de luces introducido después. EI
mismo rey D. Alonso dexó a medias la villa y el castillo de Estella a la
catedral de Pamplona y monasterio de Leyre, hallándose en el de Bayona de
Francia año de 1131 después de haber conquistado aquella plaza, por vía de
testamento. D. García Ramírez, sucesor de D. Alonso, permutó con Pedro, abad de Leyre, en 1141 los lugares de Larrañeta y Zuazu por
las a haciendas que tenía el monasterio en Tudela y Cascante por donación del mismo
D. Alonso.
Vivos fueron los debates a fines de esta centuria entre el
obispo de Pamplona D. Pedro París y el abad de Leyre, sobre la posesión del
monasterio que el papa Clemente III había adjudicado en 1188 al obispo y su
catedral, según se expresa en otra bula de Celestino llI de 18 de diciembre de
1191, dada en confirmación de la de Clemente, y ambas publicadas por Sandobal.
De esa manera iba decayendo Leyre de aquella antigua grandeza que había debido
a las circunstancias de unos infelices tiempos y al miserable estado de la iglesia
de Pamplona, arruinada con ocasión de la entrada de los bárbaros. No era esto lo
peor; la relaxacion de la observancia monástica y los desórdenes, de que no está
exento el mismo santuario quando afloxa el rigor de la disciplina, habían
indignado a los mismos monarcas bienhechores del monasterio. Cansado el rey D.
Sancho el fuerte de los excesos de los monges negros, se había empeñado el año
1230 en echarlos de aquella casa, poniendo en su lugar a los blancos o del
Cister. Con efecto, ya en 1 236 se descubren las primeras pretensiones de D.
Domingo Mendavia, abad cisterciense, ayudado del papa Gregorio IX y del rey
TeobaldoI para expeler a los benedictinos y establecer a los del Cister, y lo
consiguió según refiere el libro antiguo de la Regla. Resentidos los primeros,
no perdonaron a diligencia para que fuesen reintegrados en la posesión del monasterio,
y de hecho volvieron a ocuparlo; pues en
diciembre de 1270 era abad D. Sancho, monge benedictino, a quien las memorias
antiguas llaman intruso por el poder de los legos. Reclamaron los cistercienses
a Gregorio X, que dio comisión a los arzobispos de Toledo y Tarragona para que
haciendo salir a los benedictinos restableciesen a aquellos, como lo executaron
por medio del dean de Tudela y del arcipreste de la Valdonsella, auxiliados del
rey D. Enrique, nombrando por abad en 14 de mayo de 1273 a D. Raymundo de Bearne.
Las crueles guerras entre Castilla y Navarra, la confusión y trastorno de este último
reyno en la menor edad de Dª. Juana valieron a los monges benedictinos para que
protegidos de. D. Alonso el sabio y habilitados por una bula pontificia volviesen
a apoderar del monasterio en 1 277.
Nuevamente es restituido a los cistercienses en 1298 por el
arzobispo de Tarragona D. Bernardo, delegado del papa. Otra vez se les perturba
en 1305 con escándalos, robos, profanación de lo mas sagrado, hasta que en fin quedaron
en pacífica posesión con el favor del rey D. Luis Hutin, quien les confirmo
todas las rentas, Iglesias y señoríos que desde lo antiguo había tenido el
monasterio por un diploma expedido en Estella el mes de noviembre de 1307. Pero
con el desorden de tantas y tan obstinadas discordias perecieron muchos
preciosos monumentos de su archivo, haciendo esta lamentable pérdida no poco daño
a la historia de aquella insigne casa y de todo el reyno de Navarra; bien que se
han podido salvar algunas escrituras y papeles, a saber, varios privilegios
reales, donaciones de particulares, concordias, el libro llamado de la Regla,
que es un tomo en folio escrito en vitela según algunos en el siglo XI, y en el
XIII según otros, a que siguen muchas apuntaciones históricas de tiempos
posteriores, un catálogo de los cuerpos reales enterrados en Leyre con este
título: Haec est carta regum, quorum corpora inmulata requie scunt in
monasterio Legerensi, que no merece crédito alguno en muchas cosas; el necrologio
y el breviario de Leyre, este último del siglo XIII, y un tomo de coro en vitela
con rito de doce lecciones. Abella.