HOMENAJE DE 1979 (En la plaza, iglesia y cementerio de Kaseda)
A finales de la década de
los 70, un fuerte movimiento político y asociativo promovió la exhumación de
numerosas fosas comunes. Una de las primeras fue la de Sartaguda, en 1977. La
Ribera fue centro de las reuniones mantenidas por los familiares y amigos de
los asesinados para organizar la recuperación de los cuerpos. Mediante estas
reuniones se recopiló la información para la localización de las fosas, se
agilizaron los trámites necesarios para las excavaciones y se recaudaron fondos
para sufragar el gasto de las exhumaciones.
Por fin, pasados mas de cuarenta años mas tarde, la mayor parte de los restos de los asesinados de Cáseda volvían a su pueblo.
Se les recibió saludándoles....
en uno de los actos mas numerosos que se recuerdan en Cáseda.
Pili García Goñi y seguramente la persona que mas ha hecho por reivindicar el nombre de todos aquellos que fueron asesinados, entre ellos su padre Antero García Garcés, leyó un bello, emotivo y sentido escrito, como siempre en ella, pidiendo por el recuerdo de todos ellos, y en contra de cualquier sentimiento de venganza.
Las cajas se colocaron en los Arcos, en la puerta de la cárcel en la que los encerraron una vez fueron sacados de sus casas, y desde la cual partieron hacia la muerte. El edificio de encima, actualmente Casa de Cultura y Biblioteca, había sido lugar donde se torturó horriblemente a aquellas personas.
“¡Mucha
gente¡ Menudas mujeres había poco dignas… aquí arriba. Las cajas estaban puestas en los arcos. Porque de
allí, como allí era la cárcel, de allí los sacaron a matar,”
“Un
hijo de los que mató (uno de ----------------) estaba en las escalericas de
Monchiguera, y entonces dijo:- Joder, si yo hubiese sabido quien había matau o
quien había mandau a matar a mi padre, lo mataba. Y entonces que le dijo
alguno,: -Pues chico, puedes matar a tu
padre que él también fue a matar. Y que fue a casa y que riño mucho mucho con
su padre y su madre. Que dijo: - Oye, ¿tu fuiste a coger a la gente y eso? Y
que no le contestaba nada nada. Y que riñeron mucho.”
En la fotografía se ven a hij@s, sobrin@s, niet@s, cuña@dos.... de los asesinados. Aún vivíen esposas de ellos.
Francisco Oneca Remón, hijo de José Oneca Benedit, una de las personas que mas trabajaron por recuperar los restos de sus mayores, delante de las cajas de muerto, donde no pudo meter los de su padre, después de trabajar y trabajar por encontrarlo.
“Estaban esparcidos por muchos sitios aquí. Pero siempre había alguno
que había visto y sabía. Entonces habían empezado a mirar. Cuando estaban
casi todos recogidos bajamos muchos a la Ribera que había reuniones y se
trataban dónde estaban los muertos. Y bajábamos de muchos pueblos.
Sabíamos
los que faltaban en un pueblo, los que faltaban en otro… Lo que no sabíamos era que los de aquí eran de
la ribera pero luego los de la ribera vinieron y dijeron, están los nuestros
aquí. Y para
traerlos se ponía dinero, para sacarlos,
porque costaban las cosas. Costaban. Para hacerlas tenías que pagar.”
En 1979, 43 años después de
la masacre, se exhumó la primera fosa común de la que se recuperaron los
cuerpos de los casedanos asesinados: la del cementerio de Torrero en Zaragoza.
Ese mismo año, se recuperaron los cuerpos de San Cristóbal, Lecaun, Sengariz,
Monreal y el Pinar de Cáseda-Kaseda.
“Nos
llevaron a Zaragoza, y cogieron todos los huesos, donde los mataron, Iban con
la excavadora y los sacaban y los dejaron como en un depósito allí a todos y
los recogieron y subieron en cajas. El
día que hubo el entierro de los afusilaus… ¿Sabes tu las cajas que había en los
arcos?, yo me deciai, señor ¿Cuándo se va a acabar esto? ¿Cuándo se va a
acabar?”
“Yo fui al Fuerte cuando mi padre y los sacamos de
la segunda curva del Fuerte. Me acuerdo que entramos al campo, que había un
pastor, un hombre mayor que sabía. Que lo había visto cuando lo mataron, cuando
lo dejaron ahí. Y ahí estaba. Cogimos los restos de Puya. O sea que lo llevaron
a Pamplona y en el camino lo mataron, cuando lo dejaron ahí, y ahí estaba.
Aparte de que iba él, iba un americano que era Lino García.”
“También en Bardena sacaron a dos y lo mismo a… ahí había un vasco, un hombre alto. Y los sacaron. Y aquél tenía hasta tenía las semillas y alguna moneda, que entonces eran monedas. Lo que llevaba en el bolsillo el hombre, allí estaban.”
En 1979 aún vivían en Cáseda varios de los asesinos, que no tuvieron ningún escrúpulo en secuestrar, torturar y asesinar, a personas que eran sus vecinos del mismo pueblo de toda la vida, muchos de ellos compañeros de escuela, varios hasta de sus cuadrillas. Estando los feretros en Los Arcos, se paseó por allí uno de los mayores asesinos del pueblo, "El Degollau", algunos de los familiares de los asesinados le afeó su atrevimiento.
Nietas de los asesinados, con flores para sus abuelos. En la barandilla que se ve en la fotografía, a algunos de los asesinados les llegaron a aplastar los huesos de los nudillos y las manos con las culatas de los fusiles, cuando trataban de aferrarse para que no les llevaran a matar.
El 10 de junio de 1979, por
primera vez, Cáseda-Kaseda pudo llorar públicamente a sus muertos. El pueblo se
llenó de dolor, rabia y emoción. Las cajas que guardaban los restos de padres, hijos,
hermanos, primos y amigos de los presentes llenaron la plaza y se les rindió su
merecido homenaje.
El homenaje comenzó con unas
palabras en los Arcos. Ante los cientos de personas reunidos se leyó un texto
en memoria de los asesinados se
dirigieron a la Iglesia donde se celebró el funeral por los muertos. Manuel Ilundain Jabat, párroco de Cáseda, uno de los sacerdotes que mas apoyo prestó en aquellos años a los familiares de los asesinados, con un posicionamiento digno y muy valiente, sus primeras
palabras en la plaza fueron las siguientes:
Una vez se recibió los restos de los asesinados en la plaza del pueblo, se subió hacia la iglesia para celebrar un funeral.
En una Iglesia donde no cabían todas las personas que hubieran deseado entrar, se celebró una misa-funeral (Guión de la Misa-Funeral).
La nieta de Antero García, Villar, lee las preces.
En el altar mayor, el párroco Manuel Ilundain Jabat, con varios sacerdotes y Hij@s y Niet@s de los asesinados.
Todo el coro estaba lleno.
y gente subida hasta en los púlpitos, con las cajas de los muertos presentes.
Una vez terminado el funeral, volvió a bajarse hasta la plaza,
Hijos, nietos y sobrinos de los asesinados 43 años antes, portaban las cajas con los restos de sus familiares.
En la plaza, con las cajas a hombros y repleta de gente
Tres hijas de asesinados, presos y desaparecidos leyeron poemas
Se acompaño a los feretros
Hasta el cementerio
Para albergar los restos de
los cuerpos recuperados, se erigió un Mausoleo en el cementerio del pueblo.
Hasta entonces, todas las inscripciones a los muertos de aquella época habían
sido dedicadas a los Caídos por Dios y por España durante la Santa Cruzada.
En
este mismo Mausoleo, constan los nombres de 42 de los asesinados en el pueblo y
en la parte inferior se lee: “Víctimas
por defender la justicia social. Vuestros hijos seguimos luchando por los
mismos ideales.”
El mausoleo fue costeado por los familiares de los asesinados y amigos. El suelo lo donó el ayuntamiento de Cáseda compuesto por Jesús Zapata, Tere Arbe, Jose Lozano, Romualdo Baztán, y sobre todo con el empuje y apoyo, él mismo elegiría el lugar, de Javier Moriones Guembe.
En este mismo Mausoleo, constan los nombres de 42 de los asesinados en el pueblo y en la parte inferior se lee: “Víctimas por defender la justicia social. Vuestros hijos seguimos luchando por los mismos ideales".
Palomica de la Paz
En la parte superior del Mausoleo, se pondría como símbolo una "Paloma de la Paz", que quisieron todos los familiares significara su deseo de verdadera PAZ, sin ningún tipo de ánimo de agravio y menos de venganza.
Pero
ni los 43 años transcurridos hicieron que el odio de algunos desapareciera. El Mausoleo
donde, por fin, descansaban los restos de los asesinados fue profanado por
disparos. La historia se repetía. Si en 1936 el primer muerto fue asesinado en el
cementerio por disparos hechos desde un coche, esta vez los disparos eran
contra la paloma de la paz que había sobre el Mausoleo. Ni muertos los querían
dejar descansar. Fueron capaces de disparar hacia donde estaban enterradas sus propias madres, sus propias familias. ¡¡ Y en 2 ocasiones ¡¡.
En la segunda vez que le dispararon, se le puso un caperuzón de acero. Una tercera vez dispararían contra dicho caperuzón, que se encuentra perforado por los balazos. Ademas de al caperuzón, dispararon al centro de la cruz y a los brazos de la misma que hay en la espalda del mausoleo. Dispararon contra la cruz gente que habitualmente acudía a misa todos los domingos, y se sabe quienes fueron estos nuevos criminales.
“La
paloma del cementerio, en cuanto la pusieron, le pegaron un tiro, la rompieron.
Ahora… que fue la Pili y puso otra enseguida, esa la puso la Pili, pero… fueron
4 desalmaus, que iban con unas escopetas o rifles, no se lo que eran, y le
pegan un tiro a la paloma del cementerio.”
“¿Porqué?,
estaba la palomica que dicen que es la paz, ¡la paz¡, la palomica blanca. La
pusieron en el deso de los afusilaus, en el cementerio, entrando a la
izquierda, y esta toda la lista todos
los que mataron y afusilaron están, mi padre Isidro García, y mi hermano Isidro
García, dos tenemos ahí,”
Un hecho emotivo y emocionante, fue el acto de introducir en una de las cajas de muerto, una botella con los nombres de 4 asesinados en el Alto de Aibar, y dentro de ella tierra del campo donde todos estábamos convencidos que se encontraban enterrados. Estas personas eran Blas y Segundo Dolorea, José Oneca y Gregorio Oroz.
Se lleno el Mausoleo de Flores
Pili Garcia señalando el nombre de su padre Antero, albañil que construyó este mismo cementerio, al que asesinaron cuando ella solo tenía 5 años, dejando viuda a su madre Andresa.
Recordatorio del Funeral-Homenaje
(reverso del recordatorio, 1979, en ese momento con "solo" 43 asesinados... demasiados...)
Video, resumen del funeral con música de Fermin Balentzia con "El Alto de Loiti" compuesta en recuerdo de Domingo Navarro Blasco, asesinado en Sengariz, padre de 7 hijos. Fue encontrado por el abuelo y el padre de Fermín Balentzia, cuando bajaban a vender sal a Sangüesa y se encontraron a Domingo moribundo, les regaló su cinturón de cuero, que Fermín luego le entregaría a su hijo Jacinto en Barcelona.